Con esa misma certeza en su mente, sabía que a los pocos minutos de abandonar la cama ella se despertaría y levantaría. Daba igual también a qué hora lo hiciera, ella siempre se despertaba. Era como si en su subconsciente necesitara despedirse de él cuando éste tenía que partir. Y por eso, cuando finalmente decidió levantarse, estaba seguro de que ella lo seguiría como tantas y tantas veces antes.
Cerró la puerta de la habitación, como siempre, en silencio, con sumo cuidadopretendiendo, aún sabiendo que era un imposible, que su sueño no se viera perturbado para su ausencia. Se aseó y encendió el ordenador. Ella lo siguió a los pocos minutos.
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