Sentenció el título con un sencillo número y esperó paciente a que la inspiración hiciera acto de presencia. Siempre le habían dicho que ésta aparecía cuando menos se la esperaba, así que se sentó y se dispuso a pasar el tiempo viendo parpadear el cursor en la pantalla del ordenador. Esperaba que no tardara mucho en llegar. A los diez minutos su mente ya viajaba solitaria por lugares que nunca llegó a pisar.
Volvió en sí y se percató del tiempo pasado. No le llegaba la inspiración o, tal vez, no había sabido reconocerla al verla pasar por delante de sus ojos…
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