Cristal. Eso mismo parecían, en aquel momento, aquellos ojos que una vez miraron en lo más profundo del ser amado. Esos ojos, que al ver llegar a su amor, se achinaban y decoraban al mismo tiempo el rostro con sus características arrugas de felicidad. Ahora eran cristal.
Un trocito de sentimiento asomó y una amargura, hasta ese momento desconocida, le invadió el corazón.
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